La contraofensiva ucraniana opaca un gran evento que sucede sin gran escándalo; la desindustrialización de Alemania. La forma en que el gobierno alemán enfrenta esta crisis es bastante llamativa.
Algunos de sus medios de comunicación señalan que Ucrania organizó el atentado contra los gasoductos Nord Stream, financiados, en parte, por su gigante químico, Basf, y la empresa de servicios públicos alemana, EON. A pesar de ello, Berlín continúa con sus envíos de armas y tanques a Kiev.
Pero hay algo más humillante que eso.
La obstinada perseverancia de ser uno de los principales impulsores de una ruptura total de su relación energética con Rusia, el principal proveedor de energía barata de su industria. Eso tiene profundas consecuencias que se comienzan a observar.
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