Cómo EEUU prepara una nueva invasión a Haití
Hola, ¿Cómo están? ¿Cómo les va? De seguro con ganas de estar tirados en una playa con el sonido de guacamayas y las ramas de alguna palmera quebrándose. Queriendo llegar antes de que la rompiente de una ola te agarre y te revolee antes de un buen chapuzón.
Qué fruta noble es la playa, qué elixir de los Dioses es beber un coco frente al Mar Caribe, sin preocupaciones, ni nada que temer. Aunque detrás de esa imagen, de las playas de arena blanca y vegetación exuberante, hay una historia bastante cruenta, según el escritor Juan Orlando Bosch del Caribe.
El Caribe está entre los lugares de la Tierra que han sido destinados por su posición geográfica y su naturaleza privilegiada para ser fronteras de dos o más imperios. Ese destino lo ha hecho objeto de la codicia de los poderes más grandes de Occidente y teatro de la violencia desatada entre ellos. Hasta el momento, está por hacerse un estudio de geografía económica que abarque el conjunto de los países del Caribe.
Sin embargo, muchas gentes tienen una idea más o menos acertada sobre la región; conocen por sí mismas, de oídas o a través de lecturas, la variedad de sus climas, la abundancia y la bondad de sus puertos y sus aguas y la hermosura de sus tierras. Se sabe que, además de hermosas, esas tierras son de excelente calidad para la producción de la caña de azúcar, de maderas, tabaco, cacao, café, ganados.
En los últimos cincuenta años la imagen de la riqueza del Caribe se multiplicó, pues se vio que además de cacao, café, tabaco, y caña de azúcar, allí había criaderos casi inagotables de petróleo, de bauxita, de hierro, de níquel, de manganeso y de otros metales valiosos. Tan pronto se conoció la calidad y la riqueza de esas tierras se despertó el interés de los imperios occidentales por establecerse en ellas.
Cada imperio quiso adueñarse de una o más islas, de alguno o de varios de sus territorios, a fin de producir allí los artículos de la zona tropical que no podían producir en sus metrópolis o a fin de tener el dominio de sus depósitos de minerales y de las comunicaciones marítimas entre América y Europa.
La historia del Caribe es la historia de las luchas de los imperios contra los pueblos de la región para arrebatarles sus ricas tierras, es también la historia de las luchas de los imperios, unos contra otros, para arrebatarse porciones de lo que cada uno de ellos había conquistado; y es por último la historia de los pueblos del Caribe para libertarse de sus amos imperiales.
Uno de los primeros lugares que Cristóbal Colón pisó en su descubrimiento de América en 1492 fue la Española, la isla que luego fue dividida entre República Dominicana y Haití. Una partición que se debió más que nada a que Francia se aprovechó de la poca presencia española en la isla para ocupar y colonizar lo que hoy se conoce como Haití.
El país, por supuesto, durante la época colonial se convirtió en uno de los epicentros del comercio triangular. De Europa y África venían los barcos con esclavos y productos industriales que los burgueses del país cambiaban por la producción de sus plantaciones de azúcar y café. Esta triangulación enriqueció a los países de Europa y financió su industrialización.
Pero a la vez sentó las bases para que los esclavos africanos de Haití, la principal colonia francesa, fueron los primeros en rebelarse e independizarse.
Para el estallido de la Revolución Haitiana, la isla era habitada por 60 mil personas libres y 500 mil personas esclavizadas. El doble de esta cifra, un millón de personas, fueron raptadas e introducidas a la isla desde 1697. Haití era la colonia que producía más ingresos de toda América. Su economía producía y exportaba la mitad del azúcar y del café consumido en el mundo. Y a fines de 1780, era el mayor mercado para el comercio esclavista. Más de la mitad de las personas esclavizadas era africana, y trabajaba en plantaciones. Quienes habían nacido en la isla, la esclavatura criolla, solía trabajar en el servicio doméstico, en el artesanado y como capataces. De sus filas provendría la mayoría de los liderazgos de la revolución.
El año 1804 comenzaba en Haití con la declaración de su independencia. El jefe de Estado, el general Jean-Jacques Dessalines, un ex esclavo, proclamó la independencia de “L’État d’Hayti”. El nombre adoptado por esta nueva nación es taíno. Ese nombre indígena fue borrado con violencia por la colonización, que pasó a llamar a la isla Santo Domingo. Entonces, la elección de Haití pasaba a borrar el pasado colonial europeo.
Parte del ejército de Dessalines se llamaba a sí mismo “incas”. Pareciera que el nombre “incas” o “hijos del Sol” tuvo la misma función que el de “Haití”, borrar las diferencias impuestas por la colonización. Y es probable que haya estado inspirado en las rebeliones andinas lideradas por Tupac Amaru y Tupac Katari.
En 1789 estalló la Revolución francesa. Su documento más célebre, la "Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano", sostenía la libertad y la igualdad de los hombres, y el derecho de resistencia ante la opresión. Sin embargo, el alcance del documento era limitado: la población de las colonias francesas estaba excluida. La Revolución haitiana expuso los límites de las revoluciones previas, la estadounidense y la francesa, que mantuvieron la esclavitud. En 1805 se sancionaba en Haití una Constitución, cuyo artículo 14 declaraba:
“Todas las distinciones de color necesariamente desaparecerán (...); todos los ciudadanos haitianos, de aquí en adelante, serán conocidos por la denominación genérica de negros”.
Mientras que el artículo 12 afirmaba:
“Ninguna persona blanca, de cualquier nacionalidad, podrá poner pie en este territorio en calidad de amo o propietario, ni en el futuro adquirir aquí propiedad alguna”.
Ser negro ya no equivalía a estar esclavizado o a ser libre, sino que pasaba a ser la condición positiva del ciudadano. Ya no era una condición “biológica”, sino una construcción política de un universal, a partir de la generalización del particular más excluido hasta entonces.
La Revolución Haitiana afectó la trama de poder de los imperios coloniales atlánticos. El temor y la paranoia de traficantes y propietarios de personas esclavizadas se extendió por todos los territorios coloniales. Las noticias se difundían por quienes huían de Haití y a través del tráfico marítimo. La información en sociedades mayoritariamente analfabetas corría a través de la oralidad, a través del "se dice que…". En un principio, no se daba crédito a que personas esclavizadas se rebelaran
Haití pagó el precio de querer exportar su revolución independista a otros países, según el historiador dominicano Franklin Franco
“La independencia a Haití le costó el desprecio y el bloqueo de todas las naciones del mundo, por el hecho de que se liberó a los esclavos y esto fue considerado como un mal ejemplo", destaca Franco.
Para salir del aislamiento económico internacional Haití tuvo que comprometerse a pagar una indemnización por valor de 150 millones de francos, cuando en esa época su presupuesto alcanzaba a unos 2 millones de francos.
Eso equivaldría a US$21.700 millones actuales o a 44 presupuestos totales del Haití de hoy en día, según señala el escritor uruguayo Eduardo Galeano en un artículo que escribió con motivo del 200 aniversario de la independencia haitiana en 2004.
El siglo XX de Haití tampoco fue tan luminoso porque, a medida que Estados Unidos desplazaba a España y Gran Bretaña como potencias coloniales, se instalaba en el país una de las dictaduras más cruentas de América Latina.
Los regímenes opresores que ha sufrido Haití, en particular la dictadura de Francois Duvalier y posteriormente de su hijo Jean Claude, que se extendió desde 1957 hasta 1986, también figuran de forma prominente entre los factores que han sellado el destino de Haití.
El régimen de Duvalier constituyó una de las dictaduras más sangrientas de la región, pero además su política económica tuvo efectos desastrosos para el país.
"La dictadura haitiana sobrevivió mediante el terror y no invirtió en el desarrollo del país, mientras que en República Dominicana la dictadura fue también brutal, pero hasta cierto punto modernizó el país", destaca Stephen Keppel, del Economist Intelligence Unit.
Keppel agrega que para los Duvalier, mantener a la gente atrasada y sin acceso a educación era una manera de tener mayor control sobre la población.
Para el historiador dominicano Franklin Franco estas diferencias se explican por el hecho de que "mientras Duvalier invertía en irse a Europa y sacar los recursos del país y depositarlos en bancos extranjeros, Trujillo robó, pero lo que robó lo invirtió mayormente en el país".
El país, por varias razones, tiene un 98% de sus tierras deforestadas lo que lo hace dependiente de la importación de alimentos con una estructura de ingresos casi insignificante (y dependiente de la ayuda internacional). Haití es el país más pobre de América Latina y el Caribe, y tiene una de las tasas de desigualdad de ingresos más altas del mundo. En 2020, la tasa de pobreza alcanzó casi el 60 %. Dos tercios de la población pobre habita en zonas rurales. En 2021, 4,3 millones de personas (alrededor del 44 % de la población) sufrían inseguridad alimentaria aguda.
“La agricultura y la pesca representan el 20 % del producto interno bruto (PIB) y generan empleo para la mitad de la población activa. Sin embargo, la contribución de la agricultura a la economía ha venido decayendo desde la década de 1980 y, en la actualidad, Haití tiene que importar una parte significativa de los alimentos que consume”, según el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola.
Todo esto nos lleva a comentar lo que pasa hoy en el país.
Haití es un país vulnerable a los desastres naturales y las complicaciones externas. A los terremotos, el Covid-19, las constantes protestas por la carestía de la vida y el magnicidio del presidente Jovenel Moïse se le sumó este año los aumentos de los precios internacionales del petróleo y los alimentos que importa.
A eso hay que sumarle la revaloración del dólar con las subas de las tasas de interés de la Reserva Federal (EEUU) que han hecho que las importaciones sean aún más costosas, según Bloomberg.
Los importadores de alimentos luchan por obtener dólares para pagar sus facturas, ya que el aumento de la moneda estadounidense eleva aún más los precios para los países que ya enfrentan una crisis alimentaria mundial histórica.
En todo el mundo, los países que dependen de las importaciones de alimentos están lidiando con una combinación destructiva de altas tasas de interés, un dólar en alza y precios elevados de las materias primas, lo que erosiona su poder para pagar bienes que normalmente tienen un precio en dólares. La disminución de las reservas de moneda extranjera en muchos casos ha reducido el acceso a dólares, y los bancos tardan en liberar los pagos.
En Haití, el Programa Mundial de Alimentos encontró un récord de 4,7 millones de personas, o alrededor del 40% de la población, que enfrentan hambre “aguda” en la nación caribeña, según un informe publicado el viernes.
De ellos, 1,8 millones corren el riesgo de niveles de hambre de "emergencia", dijo la agencia. Y en el barrio de Cité Soleil, plagado de pandillas, en la capital, Puerto Príncipe, unas 19.000 personas se enfrentan a niveles de hambre “catastróficos”.
La agencia dijo que es la primera vez que los haitianos sufren este nivel más severo de hambre, lo que significa que sus víctimas tienen una "necesidad urgente de asistencia humanitaria".
Gran parte de la energía eléctrica de Haití depende de la generación basada en combustibles. Por lo que los elevados precios del barril de petróleo, y todos los productos refinados, tienen un impacto altísimo en las importaciones del país. Alimentos y combustibles más caros, crisis asegurada.
La matriz energética de Haití depende de una mezcla de petróleo importado y biocombustibles domésticos como la madera y los residuos de la caña de azúcar. En 2020, más del 90 % de la generación eléctrica en Haití provenía de combustibles fósiles y menos del 10 % de energías renovables, según el Departamento de Energía de Estados Unidos.
Desde 2008 hasta 2017, Haití tenía asegurado un suministro de combustible barato por parte de Petrocaribe, un programa comandado por Venezuela que le permitía pagar el 60% de su valor a 25 años con un 1% de tasa de interés. Las sanciones de Donald Trump bloquearon la capacidad de PDVSA, la estatal venezolana, para enviar más productos petroleros refinados para sostener la economía de Haití. Lo mismo sucedió con las obras públicas de Petrocaribe.
Hasta el bloqueo estadounidense, Petrocaribe representaba el 31% de la ayuda internacional, mientras el 49% era de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, y el resto se repartía en un 9, 7 y 4% entre el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y la Unión Europea.
Veamos lo que dice un reportaje de investigación del portal de Investigación Periodística del Caribe.
A través de PetroCaribe, PDVSA proporcionó a los productos petroleros del gobierno haitiano a precios preferenciales que luego revendió a sus proveedores de petróleo a precios internacionales. Pagaría a Venezuela un porcentaje por adelantado (30% a 40% dependiendo del precio del barril) y el resto sobre un plan de pago de 17 a 25 años a un interés del 1% y del 2% respectivamente con un período de gracia de dos años.
Ofreció un acuerdo sin precedentes para proporcionar petróleo para dinero barato e instantáneo para barato directamente al Gobierno haitiano, eludiendo las limitaciones requeridas por los prestamistas y donantes internacionales.
Los dólares de PetroCaribe se acumularon rápidamente en el Banco Central de Haití y fueron puestos en uso inmediato por el Gobierno, que necesitaban dinero en efectivo para proporcionar alivio a la acosada nación.
El gobierno aprobó una resolución para utilizar US$ 198 millones de dólares del fondo PetroCaribe para financiamiento del presupuesto de emergencia.
Debido al impacto del terremoto en 2010 , el presidente Hugo Chávez canceló US$ 395 millones de su deuda con Venezuela. Pharell subraya el beneficio inmediato proporcionado por PetroCaribe, que redujo significativamente el servicio de la deuda y, al mismo tiempo, proporcionó al Gobierno los ingresos inmediatos que tanto se necesitaban de sus ventas de petróleo.
El precio del petróleo se disparó a más de 100 dólares por barril en los mercados internacionales. Eso redujo los pagos iniciales de Haití a Venezuela al 30%, y permitió que el 70% se convirtiera en deuda a largo plazo. Esto proporcionó una enorme afluencia de ingresos en un corto período de tiempo.
Un período de estabilidad siguió de 2011-2014. Haití rebotó de un año a la mañana con lo que su PIB del 5,5% hasta el 5,5% en 2011. Los ingresos del gobierno siguieron aumentando, la moneda local, los Gourdes se mantuvieron estables, la financiación del presupuesto aumentó. Según el economista haitiano Kesner Pharrell,, «Durante todo el período Petrocaribe la tasa de inflación fue inferior al 10%. El programa estabilizó la moneda.»
El precio del barril de petróleo luego cayó y el bloqueo de Trump hizo el resto. Los fondos frescos, por otro lado, se fueron en una canaleta de corrupción sin sentido por parte de la clase política. Durante ese tiempo, gobernó el partido Tet Kale de Michel Martelly y Jovenel Moise.
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Sin Petrocaribe, el gobierno se quedó sin su principal caja política y entró en una espiral de conflicto. Su lugar entonces lo ocupó el Fondo Monetario Internacional con un crédito, a cambio de una reducción de los subsidios en los combustibles y otros ajustes de las cuentas públicas.
Leamos un poco sobre lo que pasó el año pasado para ubicarnos en el contexto;
Moïse acordó en 2018 una serie de reformas con el Fondo Monetario Internacional a cambio de un crédito de 229 millones de dólares, como la quita de subsidios a la gasolina y la suba de alimentos. Hasta que masivas protestas en su contra derribaron las reformas y debilitaron aún más a su gobierno, considerado uno de los más corruptos del mundo por Transparencia Internacional.
El poder político se quedó sin dinero, luego de las denuncias de corrupción en su contra, con un Congreso que bloqueó a Moïse al calor de las protestas.
En respuesta, alargó su mandato . Por supuesto, las protestas estallaron en su contra, a pesar de anunciar que entregaría el mando en 2022 después de unas elecciones generales.
Unos meses antes de su asesinato, el propio Moïse afirmó que un grupo de “oligarcas querían asesinarlo y tomar el control de Haití”.
Una de las familias nombradas por Moïse fueron los Vorbe, propietarios de la compañía eléctrica Sogene, a quien su gobierno suspendió sus pagos y exigió la devolución de 123 millones de dólares por fraude al Estado. En el marco, además, de una acusación judicial contra la compañía por ofrecer sobornos a funcionarios del gobierno de Haití, entre ellos la esposa del expresidente, René Preval.
Se sospechaba desde su gobierno que habían sido los Vorbe los principales impulsores de una investigación de la Comisión Especial de Investigaciones del Senado de Haití sobre la corrupción del programa Petrocaribe, acordado con Venezuela para acceder a combustible barato y obras públicas a pagar en 25 años con 1% de interés.
La investigación involucró a las administraciones de sus antecesores de su partido, el Tet Kale, y 16 de sus asesores. Y detonó un ciclo de protestas, que al día de hoy continúan, con la campaña Petrochallenge, financiada supuestamente por los Vorbe.
Esta guerra con los Vorbe comenzó cuando Moïse anunció su plan de reforma del sector eléctrico, inspirado en el realizado en Afganistán por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), para eliminar las conexiones clandestinas y disminuir la compra de energía a privados.
Es decir pasar de un sistema eléctrico basado en energías fósiles a uno de renovables donde empresas, como las de Vorbe, perdieran poder.
La sociedad haitiana inició un ciclo ascendente de protestas contra el intento de Moïse de atornillarse al poder. Primero contra la corrupción en Petrocaribe, luego contra las reformas exigidas por el Fondo Monetario Internacional. A principios de 2019, la oposición liderada por Jean-Charles Moïse exigió su renuncia y la instalación de un gobierno de transición.
Moïse resistió dos años hasta que en febrero de 2021 se terminó su mandato, y varios partidos y organizaciones de oposición nombraron como presidente provisional al juez Joseph Mécène. De inmediato, el presidente desplazó a Mécène, y los tres jueces que lo acompañaban en la Corte de Casación, y alargó su mandato hasta unas eventuales elecciones en 2002. También propuso una reforma constitucional para pasar a un Congreso unicameral y darle más atribuciones al presidente.
En este contexto, un grupo de mercenarios colombianos, contratados por políticos y jueces haitianos, entró a asesinarlo en su casa.
Según la investigación oficial, Christian Sanon, un ignoto pastor evangélico, contrató a la empresa de seguridad CTU Security, propiedad del venezolano Antonio Intriago. Sanon fue financiado por Worldwide Capital Lending Group, cuyo representante, Walter Veintemilla, incluso, armó un borrador de un contrato según el cual “lo adeudado podría pagarse con activos monetarios incautados por Haití”.
22 exmilitares colombianos fueron contratados para cumplir con la misión. De las reuniones preliminares participaron el exsenador John Joel Joseph, del partido del expresidente René Preval, el alcalde de Jacmel (sur), Marky Kessa, y también en la jueza destituida por decreto por Moïse, Windelle Coq Thélot. Según el propio Intriago, los mercenarios colombianos iban acompañar a un “juez” para arrestar al presidente de Haití. Arcángel Pretel, uno de los socios de CTU Security, hablaba, en los círculos de Miami, de tener el aval de agencias de Estados Unidos como la DEA y el Departamento de Justicia. También los dichos de Jaar sobre una supuesta reunión en Puerto Príncipe con José Félix Badio, ex funcionario del Ministerio de Justicia de Haití, donde se planteó una operación de la DEA y el FBI contra 34 empresarios y funcionarios involucrados en el tráfico de drogas y blanqueo de dinero en Haití.
Otro de los involucrados en la reuniones es Rodolph Jaar, condenado por narcotráfico en el estado de la Florida durante el año 2000. Jaar era conocido por haberse convertido en informante de la DEA para disminuir su pena por tráfico de drogas en La Florida. Era considerado por la DEA como un valioso “soplón”, ya que ayudaba a las autoridades a “desbaratar la larga conexión de cocaína entre Colombia, Venezuela y Haití. Pagaba a los policías locales para que protegieran los cargamentos de cocaína que se transportaban en aviones que aterrizaban de noche en pistas de tierra protegidas por la policía local, que guiaba a los pilotos por radio, según los expedientes judiciales”, según Univisión.
El caso está detenido en la justicia haitiana pero avanza en Estados Unidos a donde ha sido extraditado Jaar, el exsenador Joseph , y un exmilitar colombiano involucrado.
Luego del magnicidio, hubo una breve disputa por ocupar el vacío político. El Congreso quiso nombrar a un presidente. Claude Josep, por entonces primer ministro, asumió de facto las funciones, y Ariel Henry, el sucesor nombrado por Moïse antes de su muerte, pidió que lo dejaran asumir el cargo.
¿Quién desempató? Un comunicado del Core Group, integrado por Estados Unidos, la OEA, Canadá, Francia, Brasil y la Unión Europea entre otros.
“Las potencias extranjeras y la ONU le dieron la espalda al primer ministro interino de Haití, Claude Joseph, quien ha estado al frente del país desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse, al anunciar el sábado (17.07.2021) su respaldo a Ariel Henry como primer ministro en un comunicado”, título la DW.
Ariel Henry asumió con el mandato de llamar a elecciones en 2022. Pero da la casualidad que todavía no lo ha hecho y se niega a renunciar. Washington, por su parte, intentó promover una solución para ocupar el vacío político que hay en el país. A principio de año, en Luisiana se reunieron parte de los partidos políticos haitianos con la mediación de un teniente retirado de Estados Unidos según Bloomberg.
A pesar de los puntos de vista opuestos en la cumbre, los organizadores esperan construir un consenso detrás de un acuerdo único, dijo Georges Casimir, presidente del Comité de Acción Política de la Diáspora Haitiana , que ayudó a organizar el evento.
La mayoría de los partidos están de acuerdo en que se necesita algún tipo de gobierno interino para organizar las elecciones, pero hay menos consenso sobre cómo debería ser, dijo Casimir. Algunos, incluido el partido gobernante, quieren un solo jefe de estado, mientras que otros proponen un acuerdo para compartir el poder que incluiría un primer ministro y un presidente. El teniente general retirado de los EE. UU., Russel Honore, medió en las sesiones.
A finales del 2021, una parte de los partidos políticos y organizaciones civiles firmaron un acuerdo en el hotel Montana de Puerto Príncipe. Joseph Lambert, el senador nombrado presidente por el Congreso después de la muerte de Moïse, es uno de los firmantes. Lo acompañan el exdirector del Banco Central, Fritz Jean, y el exparlamentario Steven Benoît.
El acuerdo dice claramente que son los haitianos que tienen que resolver sus problemas y ello, sin la injerencia de otros países. También dice que habrá un gobierno de transición durante 2 años, para romper con la picardía, la incompetencia, la inseguridad, la violencia, la corrupción. El poder judicial tendrá que resolver el asunto de PetroCaribe y todas las masacres, que se han producido en los últimos 3 años, etc. El ACUERDO DE MONTANA también establece que habrá consenso e integridad para crear un Consejo nacional de transición (Cnt), el que elegirá al presidente y al primer ministro. Habrá un órgano para supervisar el trabajo de la transición (Oct). Además, habrá una hoja de ruta para saber hacia dónde se va.
Sin éxito, los firmantes del Acuerdo Montana se han acercado a Henry para pactar una transición. Pero el presidente haitiano tiene su propia hoja de ruta; un gobierno dirigido por él hasta la realización de nuevas elecciones. Sin éxito, Washington ha intentado unir a estas dos vertientes políticas.
A la crisis política, se le suma la lenta e imparable desaparición del Estado, y sus instituciones, de la sociedad haitiana. Desde la extinción de Petrocaribe, se profundizó la tendencia a que la ayuda internacional se canalice a través de las ongs. Leamos un poco sobre por qué a Haití la llaman una Nación ONG.
Para The Nation, las grandes beneficiadas en Haití fueron las ONGS, dado que se estima que entre, 2005 y 2009, la ayuda, distribuida por ellas, fue de más del 100% de los ingresos totales del gobierno. “Después del terremoto, el flujo de ayuda de socorro y recuperación superó significativamente, en más de un factor de cuatro, los ingresos internos del gobierno”, según las periodistas Kathie Klarreich y Linda Polman The Nation.
Por eso, Haití fue llamada una “república ong”, por pertenecer al grupo de países, donde “las organizaciones no gubernamentales, y los donantes, han creado estados paralelos infinitamente más ricos y, al final del día, más poderosos que los propios gobiernos nacionales”. Como si fuera un ejemplo de ello, una ONG del actor Sean Penn fue la que, luego del terremoto, derribó el edificio del Parlamento Nacional.
Las ongs en Haití, como se sabe, son un negocio tal que después del terremoto de 2010 solo se entregó la mitad de los 5.300 millones de dólares. Uno de los implicados fue la Fundación Clinton quien fue señalada de favorecer a una empresa privada de Estados Unidos para un contrato de teléfonos móviles, pagados con ayuda humanitaria. En 2016, Donald Trump utilizó las denuncias de corrupción en contra de Hillary Clinton para ganar las elecciones.
El Estado fracasó en garantizar los derechos básicos de la población y luego el modelo de Nación ONG en evitar una hambruna. ¿Qué podría suceder después? Que las bandas criminales de las zonas populares de Haití se convirtiesen en el eje organizativo de parte de la fragmentada sociedad haitiana.
En este entorno, aparecieron 77 grupos armados en el país, entre ellos, Grupo de los 9 en familia y alianza liderado por el expolicía Jimmy Cherizier, antes miembro de la Unidad de Mantenimiento del Orden.
En Haití, las Fuerzas Armadas fueron disueltas por Bertrand Aristide y removilizadas en 2017 por el difunto Moïse. La falta de militares fue uno de los argumentos usados por Estados Unidos para ocupar el país luego del golpe a Aristide en el 2004, promovido por Washington mediante grupos armados privados, y el terremoto de 2010.
En cinco años, se estima que el tráfico de armas se duplicó en Haití. Por el país, se trianguló, por ejemplo, el comercio de armas y drogas a Jamaica. También es un paso obligado de parte de la cocaína y marihuana dirigida a Estados Unidos.
Las armas, por supuesto, vienen de La Florida.
Los empresarios y políticos se volvieron cada vez más dependientes de la protección de las organizaciones criminales. Explotó la industria de secuestros incluso con la retención de 12 misioneros estadounidenses que lleno de titulares las páginas de los diarios del mundo. Gédéon Jean, director del haitiano Centro de Análisis de Investigación en Derechos Humanos (CARDH), aseguró a The Washington Post que el “modus operandi” de la banda culpable era “secuestrar autos y autobuses enteros” y pedir después “un precio para liberar a todo el mundo”.
De estas bandas surgió el liderazgo del expolicía Jimmy Cherizier quien habla más como un líder revolucionario que como un lumpen de los barrios bajos.
“Ya es hora de que la gente que se parece a nosotros sea dueña de supermercados en este país. Es hora de que seamos dueños de los concesionarios de coches y de los bancos”, afirmó Jimmy “Barbecue” Cherizier, líder de la confederación de bandas G9, en Familia y Alianza, luego del asesinato del presidente Jovenel Moïse.
Cherizer, un exoficial de policía, dijo estar comprometido con una “revolución” para liberar a Haití de una clase rica y política corrupta, según The Washington Post. “Los empresarios sirios y libaneses tienen a este país y a su economía como rehenes”, sostuvo, por último, después de amenazar con realizar acciones de “legitima violencia”.
El periodista estadounidense Dan Cohen visitó algunos de los barrios que controla la banda de Cherizier en Puerto Príncipe. En su opinión, el G-9 en Familia y Alianza cumple en estos lugares con algunas funciones del Estado, como aportar seguridad, alimentos y combustible a la población. Por eso, cada vez que la crisis haitiana empeora la figura de Cherizier toma más relevancia.
Entrevista con el periodista Dan Cohen autor de la investigación Exenviado de EEUU en Haití pide enviar fuerzas especiales o 25 mil tropas.
Si en algunos países modernos la antipolítica surge de personajes de la farándula, en Haití puede que venga crimen.
Recordemos lo que decíamos más arriba; Haití en uno de los países del mundo más afectado por la suba de los alimentos y los combustibles. Así que el impacto de esta situación en sus cuentas públicas ha generado una tormenta perfecta. Por lo que el FMI recomendó al gobierno subir el combustible para solucionar los problemas financieros.
Para saber los resultados no hay que llamar a un tarotista para que te tire las cartas:
Los haitianos empezaron a perder el control de sus vidas el mes pasado, poco después de que el primer ministro Ariel Henry dijese que eliminaría los subsidios a los precios de los combustibles, que de inmediato aumentaron al doble.
Sonaron disparos y manifestantes bloquearon las calles con cercos de acero y árboles de mango. Acto seguido, la banda delictiva más poderosa de Haití, G-9 en Familia y Alianza, cavó fosas para bloquear el acceso a la terminal de combustibles más grande del país, diciendo que no reabriría el paso hasta que renuncie Henry y los precios de los combustibles y de los productos básicos bajen.
El país más pobre del hemisferio occidental soporta una espiral inflacionaria que afecta enormemente a la gente y agrava las manifestaciones de protesta, que tienen a la sociedad a punto de estallar. Abunda la violencia y los padres tienen miedo de mandar a sus hijos a la escuela. Escasean los combustibles y el agua potable, en tanto que hospitales, bancos y tiendas de comestibles tienen problemas para permanecer abiertas.
A bancos y tiendas de comestibles les cuesta permanecer abiertos por la falta de combustibles -y los precios exorbitantes-, que hacen casi imposible que los trabajadores se presenten a sus empleos. La escasez de combustible obligó hace poco a los hospitales a reducir sus servicios e hizo que cerrasen las empresas que distribuyen agua.
El litro de gasolina cuesta casi ocho dólares en el mercado negro de Puerto Príncipe y más de nueve en las zonas rurales. La gente camina kilómetros para conseguir comida y agua porque el transporte público es muy limitado.
Daniel Foote, exenviado de Estados Unidos para Haití, propuso que su país envíe 25 mil tropas o fuerzas especiales que entrenen a la policía para luchar contra las bandas criminales. En su opinión, las pandillas “se han convertido en organizaciones criminales muy sofisticadas y fuertemente armadas en este momento”.
“La coalición G9, hace al menos un año, es la mejor organizada y mejor financiada”.
Ariel Henry, el primer ministro sostenido con respirador artificial por Estados Unidos, pidió en una carta “el despliegue inmediato de una fuerza armada especializada” para detener las “acciones criminales” de las bandas armadas en el país. El argumento es que una Haití gobernada por el caos necesita de un pacificador que estabilice la situación. No sé dónde más hemos escuchado estas justificaciones.
António Guterres, secretario general de la ONU, respondió a la carta con una petición a los países miembros del Consejo de Seguridad.
Llamó al Consejo de Seguridad de la ONU a considerar el “despliegue inmediato de una fuerza armada internacional especializada para hacer frente a la crisis humanitaria” en Haití.
Hace apenas tres días, la ONU había solicitado la creación de un corredor humanitario en Haití con el que poder acceder a la principal terminal de combustible, ya que las bandas armadas la tienen bloqueada, impidiendo la provisión de servicios básicos como la salud, la seguridad y el agua, en un país que se encuentra cercado por una crisis económica, una inseguridad generalizada y un brote de cólera que amenaza al menos a 1,2 millones de niños.
La terminal petrolera de Varreux, la más importante de Haití, permanece bloqueada por bandas criminales armadas desde mediados de septiembre, paralizando todo el país.
El Consejo de Seguridad de la ONU discutió la propuesta de Haití con dos resoluciones preparados por Estados Unidos y México. La embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Linda Thomas-Greenfield, dijo que una de ellas autorizaría una "misión internacional de asistencia, ajena a la ONU, para mejorar la seguridad y permitir que la ayuda humanitaria fluya hacia Haití". La misión estaría liderado por “un país asociado con experiencia en este tipo de operaciones”.
Nadie habló del hecho de que las protestas exigen la salida de Ariel Henry.
China y Rusia por supuesto rechazaron de plano esta misión que parecía tener nombre y apellido.
Geng Shuang, representante permanente adjunto de China ante la ONU, dijo que el organismo debía ser cauteloso a la hora de apoyar una nueva fuerza para Haití.
"En un momento en que el gobierno haitiano carece de legitimidad y es incapaz de gobernar, ¿el envío de una fuerza de acción rápida de este tipo a Haití recibirá el apoyo comprensivo y la cooperación de las partes en Haití, o se enfrentará a la resistencia o incluso detonará una confrontación violenta con la población?", preguntó.
De su lado, Rusia rechazó la propuesta de sanciones, alegando que se había redactado precipitadamente.
Sería "inaceptable" apoyar "la injerencia externa en los procesos políticos de Haití" que supeditaría los intereses de Haití "a los intereses de actores regionales de renombre mundial que ven el continente americano como su patio trasero", dijo el enviado ruso ante Naciones Unidas, Dmitri Polianski.
¿Qué pasó al final? El Consejo de Seguridad, en vez aprobar una misión especial, aprobó una resolución en la que se sanciona a Jimmy Cherizier y los miembros de su banda G-9 en Familia y Alianza. Estados Unidos tendrá problemas para que China y Rusia, dos miembros del Consejo con poder de veto, le aprueben una intervención en Haití.
Al parecer, también para conseguir una país que ponga tropas para ocupar el país dado que Francia y Canadá se han negado.
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Pero Washington tiene una legislación, aprobada durante los tiempos de Donald Trump, para enviar misiones a los países que se han sumado como socios de la Ley de Fragilidad Global (GFA). Haití fue uno de los primeros países que se sumó a la GFA junto Libia, Mozambique y Papua Nueva Guinea, Benin, Costa de Marfil Ghana, Guinea y Togo.
¿Qué establece la ley sancionado por los dos partidos de Estados Unidos? Lo cuenta Travis Ross de Haití Liberte.
El GFA describe una estrategia de "construcción de la paz" para "estabilizar las áreas afectadas por conflictos y prevenir la violencia y la fragilidad". Enfatiza la construcción de relaciones con la "sociedad civil local" al "fortalecer [ing] la capacidad de los Estados Unidos para ser un líder eficaz de los esfuerzos internacionales para prevenir el extremismo y los conflictos violentos. Esta “capacidad” también incluye la “asistencia de seguridad planificada”.
Un informe sobre la GFA de Alliance for Peace building, una coalición de ONG que abogó por la aprobación de la GFA, también enfatiza el "papel crítico del Departamento de Defensa" en la "implementación relacionada con la Estrategia Global de Fragilidad" al "garantizar una amplia gama de actividades de asistencia de seguridad” que permitirían a “Estados Unidos ejecutar con éxito objetivos militares por, con y a través de sus socios en estados frágiles”.
A lo largo de la historia, Estados Unidos ha ocupado Haití en tres oportunidades; 1915, 1994 y 2004. En la primera, Washington se quedó 19 años con el argumento de que el país atravesaba una gran inestabilidad; siete presidentes haitianos habían sido destituidos o asesinados de 1911 a 1915, al menos tres de ellos con la ayuda de la Casa Blanca. Pero hay algunos detalles importantes de aquella larga ocupación.
"El presidente [Woodrow] Wilson envió a los marines a Haití para evitar la anarquía. En realidad, ese acto protegió los bienes de Estados Unidos en el área y evitó una posible invasión alemana", señala un texto de la oficina de Historia del Departamento de Estado de EE.UU. Desde mediados del siglo XIX, Washington estaba interesado en Haití y en República Dominicana como posibles centros desde los cuales proteger sus intereses en el Caribe.
Veamos las razones de las otros dos intervenciones.
En septiembre de 1994, Estados Unidos envió más de 20.000 soldados y dos aviones a Haití como parte de un operativo llamado “Restaurar la Democracia”, durante la presidencia de Bill Clinton. El objetivo era restaurar en el poder a Aristide, quien había sido derrocado por un golpe de Estado en 1991. Aristide se había convertido en el primer presidente de Haití elegido de manera democrática un año antes. Un contingente más pequeño de soldados estadounidenses se quedaron en Haití hasta principios del 2000, a menudo auspiciados por la ONU.
Una labor de mantenimiento de paz paralela de la ONU fue lanzada en septiembre de 1993 y estuvo operando hasta el 2000.
Aristide volvió a ser destituido en febrero de 2004 en una rebelión emprendida originalmente por una pandilla callejera. Estados Unidos, que lo había presionado para que renunciara, sacó a Aristide del país y envió soldados, así como lo hicieron Canadá, Francia y Chile. Al poco tiempo fueron reemplazados por soldados de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití, que duró hasta 2017.
Las pandillas callejeras, en realidad, eran militares y criminales armados y financiados por Estados Unidos en República Dominicana. Y la excusa para la intervención fue que la salida de Aristide podía originar una guerra entre estos “pandilleros” y los partidarios del derrocado presidente. El grupo dirigido por Guy Philippe, un señor paramilitar y expolicía haitiano, se activó cuando Aristide se negó a hacer caso a los pedidos de renuncia de los gobiernos de Francia y Estados Unidos.
Si uno quisiera comparar estos antecedentes con la actualidad, los puntos en común están ahí. Estados Unidos, por acción u omisión, fabricó una crisis que solo puede ser “solucionada con una ocupación militar”, según los argumentos de la mayoría de sus funcionarios.
La pregunta es para qué.
Una de las razones puede ser para frenar la creciente influencia de China en el Caribe. Haití es uno de los pocos países que aún reconocen a Taiwán y rechaza sumarse al programa de las Nuevas Rutas de la Seda, a pesar de la propuesta china de financiar con $2.700 millones la reconstrucción de la infraestructura de Puerto Príncipe. Una eventual ocupación la puede convertir en una base de operaciones estadounidenses en El Caribe para desestabilizar a otros gobierno de la región.
“El Caribe está entre los lugares de la Tierra que han sido destinados por su posición geográfica y su naturaleza privilegiada para ser fronteras de dos o más imperios”, decía el escritor Juan Orlando Bosh. Y vaya si lo sabe Haití.