Se cumplen hoy 20 años desde el inicio de la Operación Tormenta del Desierto, liderada por Estados Unidos, España y Reino Unido.
George Bush, junto con Colin Powell, su secretario de Estado, y Donald Rumsfeld, su jefe del Pentágono, desarrollaron una agresiva campaña de comunicación para culpar a Saddam Hussein de tener armas de destrucción masiva. Contaron, por supuesto, con el apoyo de la España de José María Aznar y el Reino Unido de Tony Blair.
Todo se demostró falso según los documentos internos hallados por algunos periodistas.
Los errores, engaños y desinformaciones que los distintos servicios secretos americanos pergeñaron, "probaban" que Saddam Hussein disponía de armas de destrucción masiva y que apoyaba a Al Qaeda. Todo ese montaje constituye el marco de un libro aparecido esta semana que estudia aquel gigantesco desaguisado: To Start a War: How the Bush Administration Took America Into Iraq, del periodista Robert Draper.
La investigación de Draper aporta documentos recientemente desclasificados y recurre a funcionarios de la CIA y del departamento de Defensa que trabajaron en los frenéticos meses que precedieron a una invasión que ocho años después había causado la muerte a 4.500 estadounidenses y unos gastos enormes. La mayoría de las víctimas eran soldados que regresaron a EEUU en cajas de pino envueltas con barras y estrellas.
Draper cuenta que la invasión comenzó a fraguarse pocos días después del 11-S, cuando el vicepresidente Dick Cheney visitó la sede de la CIA en Virginia. En aquel tiempo, el personal de la CIA andaba como loco buscando vínculos entre los terroristas y Al Qaeda, pero Cheney les ordenó que dejarán de lado a Bin Laden y que se centraran en Saddam Hussein, una petición que para los espías americanos carecía de tanto sentido como si alguien hubiera querido atribuir el 11-S "a Bélgica".
Durante el año siguiente, Cheney y "otros ideólogos" se adentrarían en ese camino, asegurando sin asomo de duda que Saddam Hussein disponía de un arsenal secreto de armas nucleares, biológicas y químicas. Naturalmente, los agentes y analistas de la CIA que se ocupaban del tema sabían que eso era mentira, pero algunos de ellos se prestaron al juego de los "ideólogos" y la bola fue creciendo y suscitando una alarma injustificada entre la población americana.
Bush necesitó poco tiempo para decidir que había que invadir Irak. Solo dos meses después del 11-S, el presidente ya había ordenado que se preparara la guerra, una decisión que no tenía ninguna relación con la inteligencia que le proporcionaban sus servicios secretos. Un año después, en diciembre de 2002, Busch declaró: "No podemos esperar a tener la prueba final, el arma humeante, que podría llegar en forma de una nube de hongo".
Como sea que las pruebas de la existencia de armas nucleares, biológicas y químicas no llegaban por más que los inspectores de la ONU las buscaban por todas partes, Washington señaló que eso era una prueba de la inteligencia de Saddam Hussein, quien era capaz de ocultarlas a la ineptitud de los inspectores.
Un operativo de Al Qaeda torturado en Egipto confesó que "había oído a alguien sin identificar" que Saddam Hussein estaba en tratos con Bin Laden.Aunque era otra falsedad, la administración Bush la dio por buena y la anotó como prueba definitiva que justificaba la guerra. Otra evidencia similar, de carácter terciario y sin ninguna base real, es más, que una vez investigada por el FBI se comprobó que era totalmente falsa, vinculó al presidente iraquí con Bin Laden.
Aunque a mediados de 2002 el Pentágono confeccionó un informe en el que se decía que la inteligencia de EEUU sobre las supuestas armas de destrucción masiva de Irak era "incompleta" en un 90 por ciento, el jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, archivó el informe de manera automática ya que tenía el pequeño defecto de que no concordaba con lo que pensaban los ideólogos de Washington.
Otras falsedades siguieron llegando, como la fabricada por la CIA que aseguraba que un ingeniero iraquí había comprado uranio en Níger. Una rápida comprobación en Google mostraba que la supuesta carta en la que se basaba esa aserción era un fraude. Al final las mentiras justificaron una guerra que nunca tenía que haberse producido y que causó un enorme daño a Irak, Oriente Próximo y Europa, un daño que todavía no ha terminado.
Los primeros bombardeos, al parecer, fueron diseñados para asesinar a Saddam Hussein según Marc Garlasco, el responsable del Pentágono a cargo de diseñar esa operación. De acuerdo a su versión de los hechos, los estadounidenses realizaron 50 ataques aéreos contra Saddam sin que ninguno tuviera éxito.
La historia de esa fallida operación habla bastante de la actitud sanguinaria de Bush y sus compañeros de armas.
Hace veinte años comenzó la invasión de Iraq con ataques aéreos en Dora Farms en un intento de matar a Saddam Hussein. Fui el Jefe de Orientación de Alto Valor (HVT) en el Pentágono. Llevamos a cabo 50 ataques aéreos contra Saddam y "baraja de cartas" de funcionarios objetivos y nunca matamos a uno solo de ellos.
Las células HVT estaban en el Pentágono (DIA), la CIA, la NSA y el CENTCOM adelante. La guerra iba a comenzar dos días después, pero Bush cambió el plan y golpeó un enorme complejo palaciego en Dora Farms en Bagdad.
Mientras tratábamos de discernir si Saddam había sido asesinado, la Lista conjunta de objetivos (JTL) se modificó RÁPIDAMENTE. La comunidad de objetivos había pasado una semana en Shaw AFB planeando meticulosamente los ataques iniciales de lo que luego se conocería como "conmoción y pavor". Ahora había que rehacerlo.
Si Saddam estuviera muerto, muchos de los edificios programados para ser bombardeados serían necesarios, por lo que los retiramos del JTL y los volvimos a colocar y apilar. Lo que la gente llamó conmoción y asombro estaba lejos de lo que se había planeado. ¿Pero estaba Saddam muerto? 4/
Cheney apareció en la televisión y nos CONMOCIONÓ cuando leyó casi palabra por palabra los informes de la CIA que decían que "se le vio siendo sacado de entre los escombros y no podía respirar". Salió el audio y luego el video de Saddam. Estaba vivo y seguimos tratando de matarlo. 5/
Por lo tanto, Dora Farms fue el primero de 50 ataques en la cacería de Saddam que solo mató a civiles. 5 de abril Basora: 17 civiles muertos en un ataque contra Chemical Ali, King of Spades. 8 de abril Bagdad - 6 civiles en un ataque contra el hermano de Saddam Watban el 5 de Picas 6/
7 de abril Bagdad: el golpe más famoso contra Saddam y sus dos hijos, los ases de picas, tréboles y corazones, mató a 18 civiles. Habíamos armado la "Lista Negra" (que se convirtió en la baraja de cartas) en la CIA. La última docena de nombres se sacaron de un sombrero.
La presión para matar a Saddam y los que estaban en la lista fue intensa y el pensamiento grupal combinado con la arrogancia mantuvo los ataques en marcha. ¿En qué momento reevalúas? ¿Diez huelgas fallidas? 20? No, sigue adelante porque ESTE es el indicado. La inteligencia es mejor. Pero tuvimos CERO bajas por CINCUENTA ataques.
¿Qué hay en un número? Estados Unidos dijo que no hacen recuentos de cadáveres. Probablemente nunca sabremos el verdadero costo humano de la invasión de Irak y las guerras que condujo. La "insurgencia", el ascenso de ISIS, soldados muertos, civiles muertos.
La Estados Unidos que tanto critica a Rusia por sus bombardeos a civiles en Ucrania lanzó la operación Conmoción y Pavor. Una campaña de ataques aéreos que alcanzó mercados populares como el de Al Shaab de Bagdad e infraestructura civil como servicios de electricidad y agua.
Según un informe de Human Rights Wach, “el uso de municiones de racimo en áreas pobladas provocó más bajas civiles que cualquier otro aspecto de las principales operaciones militares en el inicio de la invasión. Watch. Las tropas estadounidenses y británicas usaron al menos 13.000 municiones de racimo, con cerca de dos millones de submuniciones en su interior, que “mataron o hirieron a más de un millar de civiles”.
También atacaron edificios de medios de comunicación y asesinaron periodistas que cubrían los bombardeos.
Según Democracy Now, el 8 de abril de 2003 fue un día negro para la libertad de expresión en Bagdad. Ese día, el reportero español de Telecinco José Couso fue alcanzado por los disparos de un tanque estadounidense alrededor del mediodía, cuando se encontraba haciendo tomas desde un cuarto del Hotel Palestina en Bagdad. Murió minutos después en el hospital. En el mismo ataque, el periodista ucraniano Taras Protsyuk, de la agencia Reuters, fue fulminado y otros tres periodistas resultaron heridos. Ese mismo día, temprano en la mañana, dos misiles aéreos estadounidenses fueron lanzados contra las oficinas de la cadena de televisión Al Jazeera en la capital iraquí. El reportero palestino Tareq Ayyoub murió y Zouhair al-Iraqi, un camarógrafo Iraquí, resultó herido. Aquel martes de 2003 las oficinas del canal satelital Abu Dhabi, de los Emiratos Arabes, también fueron sacudidas por un ataque aéreo estadounidense. En el transcurso del día, todas las señales de televisión en directo no estadounidenses de Bagdad fueron apagadas.
Tampoco los estadounidenses y resto de occidentales a cargo de la invasión se perdieron de saquear las riquezas de Irak.
Cinco soldados estadounidenses fueron investigados por "robarse" parte de los 600 millones de dólares que encontraron en un palacio de Saddam Hussein. Un soldado envío cuchillos bañados en oro, en una de sus maletas, a la base militar de Fort Stewart en Georgia.
Hasta los periodistas participaron del saqueo; Benjamin James Johnson de FOX fue despedido luego de que en un aeropuerto le decomisaron 12 cuadros robados de una casa de la familia de Saddam Hussein. A otros periodistas también le encontraron cuadros y otras "reliquias".
50 mil obras valiosas desaparecieron, después de la invasión, del Museo de Arqueológico de Irak. Entre ellas, los escritos más antiguos del mundo y piezas de oro de hace 5.000 años.
Irak denunció en 2011 que, después de la invasión, desaparecieron $17 mil millones del país obtenidos con sus ventas de petróleo. “Todo apunta a que instituciones de EEUU robaron el dinero del pueblo iraquí, que fue asignado para el desarrollo de Irak".
La Reserva Federal había organizado una veintena de vuelos con el dinero incautado a Irak en el contexto de sanciones a Saddam Hussein. Gran parte del dinero, llevado en sacos y bolsas de dinero, se perdió cuando llegó a Irak después de la invasión.
En el año 2004, tras la invasión de Irak del año anterior, la Reserva Federal de los Estados Unidos (FED) organizó una veintena de vuelos para transportar varios miles de millones de dólares con los que financiar la reconstrucción del país en lo que, según el Gobierno americano, representó "el mayor envío aéreo internacional de dinero de todos los tiempos".
Pero tras años de investigaciones y auditorías, los funcionarios norteamericanos no son capaces de explicar dónde fue a parar la mitad de ese dinero, por lo que ahora, por primera vez, empiezan a sugerir que podría tratarse de un robo. Según Stuart Bowen, el inspector general especial para la reconstrucción de Irak, cargo creado por el Congreso americano, los 6.600 millones extraviados podrían ser "el mayor robo de fondos de la historia nacional", informa Los Angeles Times.
El envío
El dinero procedía de la venta de petróleo iraquí, activos iraquíes capturados y fondos excedentarios del programa de las Naciones Unidas de petróleo por alimentos. El Banco de la Reserva Federal de Nueva York creó el Fondo de Desarrollo para Irak para custodiar estos fondos, que fueron acumulándose durante los años en los que el régimen de Hussein soportaba sanciones económicas. El ex presidente Bush decidió realizar el envío con la intención de ganarse la confianza del pueblo Iraquí, restaurando los servicios públicos y la maltrecha economía.
Según Vanity Fair, el efectivo fue guardado primero en una cámara acorazada de tres pisos de altura gestionada por un sistema robótico en el depósito que la Reserva Federal tiene en el número 100 de la calle Orchard en East Rutherford, Nueva Jersey, 10 millas al oeste de Manhattan. Este depósito, que según la revista "parece una fortaleza", es el mayor depósito de dólares americanos de todo el mundo, con una capacidad para 60.000 millones de dólares.
El 22 de junio de 2004 se retiró una cantidad récord de 2.400 millones en billetes de 100. Este envío de 24 millones de billetes ocupó 40 palés, con un peso total de 30 toneladas, y fue transportado por carretera hasta la Base de la Fuerza Aérea de Andrews, en el cercano estado de Maryland. Allí, el personal del Departamento del Tesoro lo contó y se cargó en un avión de transporte Hércules C-130. Se calcula que se realizaron una veintena de vuelos similares hasta alcanzar los 12.000 millones.
En Irak, el cargamento se repartió entre uno de los palacios que había sido de Sadam Hussein y varias bases militares de los Estados Unidos. Finalmente, fue distribuido a diversos contratistas y ministerios iraquíes.
Ausencia de controles financieros
Pero, según declaraciones de los propios funcionarios, los norteamericanos carecían de tiempo y recursos humanos para implementar los controles financieros adecuados, de modo que millones de dólares fueron retirados en sacos y cargados en furgonetas sin más.
Vanity Fair informó que "la empresa que fue contratada para mantener vigilada la salida de dinero existía principalmente sobre el papel. Con sede en un domicilio privado en San Diego, era una sociedad pantalla que no disponía de profesionales contables certificados. Su dirección es un apartado de correos en las Bahamas, donde está registrada legalmente. Se ha relacionado ese apartado de correos con oscuras actividades offshore".
Según los investigadores del Congreso, los funcionarios de Estados Unidos "prácticamente no usaron controles financieros para rendir cuentas de estas enormes retiradas de efectivo una vez que llegaron a Irak, y hay pruebas de importantes despifarros, fraudes y abusos en el gasto y desembolso de los fondos iraquíes".
La Autoridad Provisional de la Coalición de ocupantes ordenó la prohibición del partido de Sadam Hussein -el Baaz-, lo que expulsó a sus afiliados de sus empleos y desmanteló las estructuras del ejército iraquí y de la policía, sin contemplar una opción de futuro para más de 400.000 hombres con formación y experiencia militar, según la periodista Olga Rodríguez.
Esa mano de obra sobrante engrosó las filas de la resistencia a la ocupación. Más de diez años después, también fue la base administrativa que utilizó el Estado Islámico para gobernar lugares como Mosul y otras ciudades iraquíes. Algunas de esos cuadros compartieron presidio en la cárcel de Camp Bucca con el líder de Isis, Abu Baker Al Bagdadi.
A los bombardeos a civiles le siguieron campos de tortura como el de la cárcel de Abu Ghraib y las detenciones ilegales, sin juicio ni condenas, en Guantámo de sospechosos de terrorismo. Una investigación de Seymour Hersh reveló los horrores de este verdadero campo de concentración.
En la era de Saddam Hussein, Abu Ghraib, veinte millas al oeste de Bagdad, era una de las prisiones más notorias del mundo, con torturas, ejecuciones semanales y condiciones de vida viles. Hasta cincuenta mil hombres y mujeres (no es posible hacer un recuento exacto) se apiñaron en Abu Ghraib a la vez, en celdas de doce por doce pies que eran poco más que pozos de contención humanos.
En los saqueos que siguieron al derrumbe del régimen, en abril pasado, el enorme complejo carcelario, para entonces desierto, fue despojado de todo lo que se pudo remover, incluyendo puertas, ventanas y ladrillos. Las autoridades de la coalición embaldosaron los pisos, limpiaron y repararon las celdas y agregaron baños, duchas y un nuevo centro médico. Abu Ghraib era ahora una prisión militar estadounidense. Sin embargo, la mayoría de los prisioneros (para el otoño había varios miles, incluidas mujeres y adolescentes) eran civiles, muchos de los cuales habían sido detenidos en redadas militares aleatorias y en puntos de control de carreteras. Cayeron en tres categorías vagamente definidas: delincuentes comunes; detenidos de seguridad sospechosos de “crímenes contra la coalición”; y un pequeño número de presuntos líderes de “alto valor” de la insurgencia contra las fuerzas de la coalición.
En junio pasado, Janis Karpinski, un general de brigada de la reserva del Ejército, fue nombrado comandante de la Brigada de Policía Militar 800 y puesto a cargo de las prisiones militares en Irak. La general Karpinski, la única mujer comandante en la zona de guerra, era una oficial de operaciones e inteligencia experimentada que había servido en las Fuerzas Especiales y en la Guerra del Golfo de 1991, pero nunca había dirigido un sistema penitenciario. Ahora estaba a cargo de tres cárceles grandes, ocho batallones y tres mil cuatrocientos reservistas del ejército, la mayoría de los cuales, como ella, no tenían entrenamiento en el manejo de prisioneros.
La general Karpinski, que quería ser soldado desde los cinco años, es consultora empresarial en la vida civil y estaba entusiasmada con su nuevo trabajo. En una entrevista en diciembre pasado con el St. Petersburg Times , dijo que, para muchos de los presos iraquíes en Abu Ghraib, “las condiciones de vida ahora son mejores en prisión que en casa. En un momento nos preocupaba que no quisieran irse”.
Un mes después, el general Karpinski fue amonestado formalmente y suspendido silenciosamente, y se estaba llevando a cabo una importante investigación sobre el sistema penitenciario del Ejército, autorizada por el teniente general Ricardo S. Sánchez, comandante superior en Irak. Un informe de cincuenta y tres páginas, obtenido por The New Yorker, escrito por el general de división Antonio M. Taguba y no destinado a publicación pública, se completó a fines de febrero. Sus conclusiones sobre las fallas institucionales del sistema penitenciario del Ejército fueron devastadoras. Específicamente, Taguba descubrió que entre octubre y diciembre de 2003 hubo numerosos casos de “abusos criminales sádicos, flagrantes y desenfrenados” en Abu Ghraib. Este abuso sistemático e ilegal de los detenidos, informó Taguba, fue perpetrado por soldados de la 372ª Compañía de Policía Militar y también por miembros de la comunidad de inteligencia estadounidense. (El 372.º estaba adscrito al Batallón 320.º de MP, que informaba al cuartel general de la brigada de Karpinski). El informe de Taguba enumeraba algunas de las irregularidades: se rompieron Romper lámparas químicas y vertieron el líquido fosfórico sobre los detenidos; virtiò agua fría sobre detenidos desnudos; golpeò a los detenidos con el mango de una escoba y una silla; amenazó a los hombres detenidos con violarlos; se permitió que un guardia de la policía militar cosiera la herida de un detenido que resultó herido tras ser golpeado contra la pared de su celda; sodomizó a un detenido con una luz química y tal vez un palo de escoba, y usó perros militares de trabajo para asustar e intimidar a los detenidos con amenazas de ataque.
Hubo evidencia sorprendente para respaldar las acusaciones, agregó Taguba: "declaraciones detalladas de testigos y el descubrimiento de evidencia fotográfica extremadamente gráfica". Las fotografías y videos tomados por los soldados mientras ocurrían los abusos no se incluyeron en su informe, dijo Taguba, debido a su “naturaleza extremadamente sensible”.
Pero el daño a largo plazo no se limita a torturas ni asesinatos de las tropas de la coalición en Irak. Según The New York Times, el Ejército estadounidense liberó más de 11 millones de libras de desechos tóxicos durante la invasión al país. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente estima que se pueden haber utilizado unas 2.000 toneladas de uranio empobrecido, y gran parte aún no se ha limpiado.
Según el medio Undark, “durante la Guerra de Irak, las bases militares de EE. UU. quemó una variedad de desechos industriales, militares y médicos, que se componían de diversas formas de pintura, plásticos, suministros médicos usados, productos electrónicos, municiones usadas, productos derivados del petróleo, lubricantes. , caucho y una variedad de otros artículos, incluidos desechos humanos . La basura se quemaba en pozos abiertos, a veces junto con artefactos explosivos sin detonar, aparentemente una "detonación controlada". Según los informes , en una sola base, la Base Aérea de Balad, el ejército estadounidense quemó unas 140 toneladas de desechos al día en pozos al aire libre”.
Para los médicos iraquíes, este desastre ambiental podría explicar las altas tasas de cáncer, defectos de nacimiento y otras enfermedades del país. Los cánceres, por ejemplo, se catapultaron de 40 casos entre 100.000 personas en 1991 a por lo menos 1.600 en 2005.
En Faluya, una ciudad del centro de Irak que ha experimentado una intensa guerra, los médicos también han informado de un fuerte aumento de los defectos de nacimiento entre los niños de la ciudad. Según un artículo de 2012 en Al Jazeera, Samira Alani, pediatra del Hospital General de Faluya, estimó que el 14 por ciento de los bebés nacidos en la ciudad tenían defectos de nacimiento, más del doble del promedio mundial .
Ninguno de los involucrados en este genocidio y ecocidio ha sido condenado por la Corte Penal Internacional. 20 años después, los iraquíes aún esperan una justicia imposible e inalcanzable.
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